Pues vamos a felicitar a la Nina Hagen que hoy cumple un montón de años :)

9 de julio de 2009

Sorpresa!!



Interesante mail enviado desde Uruguay, el que reproduzco,    gentileza de Gabriel Díaz . 

...Variedades montevideanas


Mi prima María acaba de parir su primer hijo. Ella y yo tenemos la misma edad y crecimos juntos en Salto. Su niño nació en esa misma ciudad del norte uruguayo, aunque podría haber sido una ciudad chilena, porque su padre es chileno, o una peruana, porque sus padres viven en el Perú. Pero no, todo salió tal como fue planificado: el niño vio la luz en Salto y dirá que es salteño, como mis otros 30 primos.

Desde que conocí la buena nueva, me puse a pensar en qué obsequiarle a esa criatura, a sabiendas de que ignorará completamente el regalo y la circunstancia. Tuve una idea y dejé de pensar. La ausencia de espontaneidad me llevó a observar con detenimiento a mi vecina rubia y a su crío recién nacido, para intentar desarrollar -o plagiar descaradamente- alguna idea original. Joder, joder, nada de nada. Durante una semana solo percibí un bulto grande, envuelto en trapos y mantas escocesas. Eso fue todo lo que vi. 

Dado por vencido, fui en busca de un abrigo, un abrigo pequeño, porque en el Uruguay comienza a hacer frío y en este país existe una linda casa de ropa de lana manufacturada llamada Manos del Uruguay. Un abrigo original, tal fue la consigna; un abrigo de lana trenzada y con botones de madera. Entré a la tienda. Dije hola y no pregunté nada porque vi un estante con ropa pequeña. Hacia allí dirigí mis pasos, sin vueltas, a buscar el abrigo original, de lana trenzada y con botones de madera. Y allí estaba, sí señor. br
Levanté la prenda con convicción, airoso por haber salido tan expeditivamente de aquella búsqueda que de antemano tanto engorro me producía. Casi toda aquella pequeña pieza era de color verde inglés, tenía el cuello ancho y largo y era marrón. No tenía mangas, porque era algo así como un chaleco amplio en miniatura, capaz de adaptarse al cuerpo del pequeño durante varios meses. Sí tenía botones, eran de madera y estaban cosidos simétricamente a uno y otro lado del cuello. No había trenzas, pero ya no me importaba. Perfecto, perfecto: era mejor de lo que me esperaba.

Estaba tan contento que me atreví a decirle a la joven dependienta que se parecía mucho a mi amiga Mercedes; que es muy linda, añadí. ¿Ah sí? preguntó ella con escaso o nulo interés. ¿Es para regalo? Sí, sí, es para regalo. Mira, una pregunta, le dije, el niño acaba de nacer, ¿crees que podrá usarlo durante todo el invierno? Ella levantó la mirada y se encontró con la mía. Se quedó en silencio. Desenvolvió lo envuelto y sin prolegómenos piadosos atravesó su dedo índice por un pequeño e inadvertido agujero: por aquí se pasa el rabo, me dijo. ¿Perdón?, dije yo. Sí, es un abrigo para perros, contestó ella. 
 

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